Evolución de las técnicas de control y tratamientos en olivar
Muchas enfermedades y plagas del olivo, conocidas desde finales del siglo XIX, se han venido controlando en los últimos años principalmente por medio del uso preventivo de determinados productos fitosanitarios, sin haber tenido muy en cuenta las características biológicas del vegetal afectado.
Los primeros plaguicidas eran compuestos minerales y extractos de productos naturales como el tabaco, la flor de crisantemo o la raíz de derris.
Durante la segunda mitad del siglo XIX se introdujeron nuevos productos como los fungicidas de cobre (el más famoso es el caldo bordelés, una disolución de sulfato de cobre e hidróxido de calcio) y los compuestos de arsénico (verde de París y arseniato de calcio y plomo), que mantuvieron su predominio durante el primer tercio del siglo XX aunque una de las técnicas más tóxicas empleada en el control de plagas del olivo ha sido la fumigación cianhídrica, desde principios de siglo XX hasta la década de los cincuenta. Este tratamiento consistía en cubrir el árbol con lonas especiales y someterlo a la acción del gas cianhídrico, que eliminaba la plaga. Tenía el gran inconveniente de ser muy toxico para el hombre y los animales superiores, por lo que debía de aplicarse por personal muy especializado. Era necesario cubrir los árboles con unas lonas para dosificar los productos a utilizar.
La dosis se calculaba en función de las medidas de la circunferencia de la lona complementada con la altura del olivo y a través de unas tablas se indicaba la dosis de cianuro sódico y de ácido sulfúrico necesario para cada árbol.
Dentro de los equipos de pulverización empleados encontramos: atomizadores, pulverizadores de aire comprimido, bombas de cubo, pulverizadores de mochila o de carretilla, y diversos aparatos concebidos para su uso en automóviles, tractores y aviones.
A principios de la década de 1940, una nueva gama de sustancias orgánicas sintetizadas se empieza a emplear dentro del cultivo. Estas sustancias incluían los organoclorados (entre los que estaban el DDT y el lindano) y los órganofosforados (que incluían el malatión). Los nuevos plaguicidas de síntesis hicieron olvidar a los plaguicidas basados en el arsénico y se pudieron introducir más rápidamente gracias a su menor toxicidad frente a los plaguicidas arsenicales.
Dentro de las enfermedades alarmantes del siglo XX presentes en el olivo encontramos el repilo que se manifiesta por la aparición en la cara superior de las hojas de unas manchas negruzcas o amarillentas que van aumentando progresivamente de tamaño provocando la caída de la hoja. En cuanto a los primeros medios de lucha era eficaz el tratamiento con caldo bordolés complementando con diferentes prácticas de carácter agrícola, muchas de ellas empleadas también en la actualidad:
- La recogida y quema posterior de las hojas caídas al suelo, o su enterramiento tras la poda de los olivos, antes de las lluvias primaverales y al comienzo del otoño, épocas propicias para el desarrollo de la enfermedad, para conseguir reducir al máximo al inoculo fúngico presente en tales hojas caídas al suelo.
- El encalado o la adición de las enmiendas necesarias en terrenos pobres en cal.
- La poda racional de las copas arbóreas excesivamente espesas o el aclareo de las mismas y de la planta entera para favorecer la aireación interna del follaje.
- Evitar el abuso de la fertilización, especialmente nitrogenada y orgánica, para no incrementar la susceptibilidad de las plantas a la enfermedad.
- Sanear los terrenos húmedos en exceso que aumentan el riesgo de debilitar a la planta causando podredumbres radicales y caries del tronco que favorecen, indirectamente los ataques de este patógeno.
- Evitar la asociación con herbáceas, para mantener el buen estado vegetativo de los olivos cultivados.
En la actualidad los fungicidas cúpricos son los que, prácticamente en exclusiva, protagonizan la lucha contra esta enfermedad, bien sea en forma de oxicloruro de cobre, óxido cuproso, o la clásica mezcla de sulfato de cobre y cal. Son productos de contacto, es decir, no penetran en el interior del tejido vegetal, sino que se quedan en la superficie formando una barrera química que impide o evita la penetración del hongo en la planta y, por tanto, han de ser usados preventivamente. Dado el carácter preventivo de los productos cúpricos, el momento de aplicación es crucial para el control de la enfermedad. Se recomienda realizar los tratamientos al principio del otoño, al final del invierno y en primavera. El número de aplicaciones necesario para un control adecuado depende del nivel de infección existente y de las condiciones ambientales.
En estos tratamientos primaverales los productos cúpricos se pueden mezclar con fungicidas sistémicos o penetrantes para aumentar el efecto curativo del tratamiento. Pero, antes de realizar cualquier tratamiento, debemos asegurarnos de que el producto utilizado se encuentra autorizado por el ministerio para ese fin. El mejor producto contra el Repilo dependerá del momento de la aplicación y estado sanitario del olivo. A la hora de realizar la aplicación de los fitosanitarios, en la actualidad, disponemos de una amplia gama de herramientas para su aplicación. Desde la mochila aplicadora, que el técnico carga a la espalda aplicando la solución con una pistola pulverizadora, hasta los atomizadores inteligentes que consiguen aplicar la cantidad justa de producto, controlando la deriva debido al viento e incluso reduciendo la cantidad de producto en aquellas zonas donde la enfermedad no está tan extendida.
Por último, hay que comentar que actualmente se están llevando a cabo estudios sobre la Resistencia Sistémica Adquirida en olivo, fenómeno por el cual se inducen mecanismos propios de defensa de la planta ante el ataque de organismos patógenos mediante la aplicación de microorganismos no patógenos o de determinadas sustancias, lo cual abre nuevas vías en el control de esta enfermedad.