Fijadores biológicos de nitrógeno: aliados para una agricultura más sostenible

Cultivos extensivos
Campo sano

Uno de los principales axiomas del abecé agrícola es el que asegura que para que un cultivo sea productivo es necesario que exista disponibilidad suficiente de nitrógeno para que se desarrolle la planta.

 

Como ya saben los lectores de este blog, el nitrógeno (N) conforma, junto con el fósforo (P) y el potasio (K), el tridente de nutrientes claves del suelo. Se trata no solo del elemento más abundante en el aire de la atmósfera (78%), sino también el que más presencia tiene en las plantas. Constituye una parte importante de la molécula de la clorofila, de los ácidos nucleicos y de las proteínas. Es, por tanto, indispensable en nuestras producciones.

La fijación biológica de nitrógeno

El proceso de la fijación de nitrógeno se explica como la combinación de nitrógeno molecular o dinitrógeno con oxígeno o hidrógeno para obtener óxidos o amonio que pueden incorporarse a la biosfera.

Puede darse de manera abiótica o por acción de microorganismos, obedeciendo esta segunda al proceso llamado ‘fijación biológica de nitrógeno’. La fijación, en general, supone la incorporación a la biosfera de una importante cantidad de nitrógeno, unos 250 millones de toneladas al año, de las que 150 corresponden a la fijación biológica.

Ciñéndonos a la fijación biológica de nitrógeno, esta consiste en la reducción de nitrógeno a amonio llevada a cabo por bacterias de vida libre o en simbiosis con algunas especies vegetales.

La importancia de la fijación biológica viene determinada por su perfecto encaje dentro de una agricultura más sostenible, como sugiere el investigador William E. Newton, en Nitrogen fixation in perspective, para el que la fijación biológica de nitrógeno representa una alternativa a la fertilización nitrogenada al ser capaz de paliar muchos de sus efectos negativos tanto a nivel medioambiental como sanitario.

Su práctica casa a la perfección con los supuestos que rigen las nuevas políticas sostenibles que marcan la agenda comunitaria, como la estrategia ‘De la Granja a la Mesa’, cuyo objetivo es conseguir la neutralidad climática de aquí a 2050 haciendo evolucionar el sistema alimentario actual de la UE hacia un modelo sostenible, y ‘Biodiversidad 2030’.

El problema es que existen pocas plantas no leguminosas que puedan fijar nitrógeno de manera simbiótica. ¿Cómo abordar este proceso en un cultivo, por ejemplo, de cereales?

Nutribio N, de Syngenta

Dentro del portfolio de soluciones biológicas para la mejora del rendimiento del cultivo de Syngenta se encuentra Nutribio N, un bioestimulante particularmente eficaz en la fijación de nitrógeno (N) atmosférico en cultivo de cereal.

Está formulado a base del microorganismo Azotobacter salinestris cepa CECT 9690, capaz de sintetizar un enzima nitrogenasa de alta eficiencia en la fijación de nitrógeno atmosférico. 

Azotobacter salinestris CECT 9690 coloniza los tejidos vegetales, estimula el crecimiento vegetal y protege al cultivo en situaciones de estrés. Trabaja a tres niveles: como fijador biológico de nitrógeno a nivel foliar y radicular; como reductor de las pérdidas de nitrógeno al favorecer la capacidad retentiva del suelo; y como inductor de la producción de sustancias metabólicamente activas como fitohormonas y enzimas.

En cuanto a la función del producto como fijador biológico de N a nivel foliar y radicular, la bacteria sintetiza la enzima nitrogenasa que se une al N2 del aire y, mediante una serie de reacciones de reducción, produce amonio como producto final, que puede ser absorbido por las plantas.

Desde Syngenta destacan que este efecto se ve potenciado por la capacidad de la cepa para producir biofilm. La fijación de N hace que el amonio producido permanezca en el exopolisacárido del biofilm permitiendo que sea aprovechado en mayor grado por la planta.

En lo que respecta a su carácter como reductor de pérdidas de N, Azotobacter salinestris CECT 9690 interactúa con el medio consiguiendo una mejora en la formación de agregados del suelo, favoreciendo la humificación de la materia orgánica para su adhesión al complejo de cambio y, con ello, también evitando de las pérdidas de nitrógeno.

Las bacterias promotoras del crecimiento vegetal aportan, en su vertiente bioestimulante, una gran cantidad de sustancias metabólicamente activas capaces de ayudar a la planta a sobrellevar situaciones adversas o de carencia. En este caso, Nutribio N®, induce a la planta la síntesis de sustancias metabólicamente activas de gran interés.

Se debe aplicar en cereal desde el momento de ahijado (BBCH21) al comienzo del encañado (BBCH31). En trigo, maíz y girasol la dosis será de 50 g/ha y se recomienda mezclar con un prebiótico o activador de las plantas como Quantis® o Isabión®.

Syngenta defiende su uso en un contexto de poca capacidad del suelo para fijar nitrógeno y optimizar los fertilizantes añadidos, lo que lleva consigo bajos niveles de microbiota fijadora y materia orgánica, y altas tasas de desnitrificación.

Con el reciente lanzamiento de este bioestimulante, la compañía ha redoblado su apuesta por el perfeccionamiento de su catálogo de soluciones biológicas, uno de los ejes que marcarán su estrategia en los próximos años. Syngenta continúa ofreciendo soluciones basadas en microorganismos naturales destinadas tanto al control biológico de plagas como a la mejora de las condiciones de la planta para un mejor crecimiento y resistencia natural.