La Agricultura de Conservación como estrategia para la adaptación al cambio climático
La Agricultura de Conservación (AC) además de constituir una buena estrategia para mitigar el cambio climático ofrece diversas ventajas que facilitan la adaptación los cultivos a sus efectos.
En este sentido, la Agricultura de Conservación actúa en tres vías que contribuyen a aumentar la resiliencia de los ecosistemas agrarios, es decir su capacidad de adaptación frente a los factores de estrés derivados del cambio climático.
Mayor disponibilidad de agua en el suelo
En primer lugar, la AC mejora el balance hídrico del suelo, lo que implica una mayor disponibilidad de agua y de mejor calidad.
Las mejoras estructurales en el suelo al eliminar el laboreo reducen la escorrentía.
Esto ocurre gracias a varios procesos que ocurren a la vez. Las mejoras estructurales que se dan en el suelo al eliminar el laboreo, junto con la gran cantidad de restos de cosecha existentes en la superficie del suelo aumentan el tiempo en el que el agua puede infiltrarse, reduciendo de esta manera la escorrentía. El incremento de la tasa de infiltración que se da en los suelos manejados bajo AC permite una mayor recarga hídrica tras los periodos de lluvia, frente a los suelos manejados en laboreo convencional. Los restos de cultivos anteriores reducen además la evaporación del agua, al impedir la incidencia directa de la radiación sobre el suelo húmedo y reducir la transferencia turbulenta de vapor a la atmósfera.
Estas mejoras permiten por ejemplo a los cultivos de secano soportar mejor las condiciones de estrés.
Menor erosión del terreno
En segundo lugar, una de las claves del incremento de la resiliencia de este tipo de ecosistemas agrarios está en la mejora sustancial de las propiedades físico-químicas de los suelos.
La reducción de la erosión conlleva un aumento en la cantidad de materia orgánica presente en el suelo.
De nuevo, gracias a la cobertura vegetal se minimiza el impacto directo de las gotas de lluvia, ya que estas pierden poder erosivo. Esta disminución es tanto más efectiva cuanto mayor sea la cobertura del suelo y cuanto menos se entierren los restos vegetales a través de las operaciones de laboreo. La reducción de la erosión conlleva un aumento en la cantidad de materia orgánica presente en el suelo, que además de contribuir al efecto sumidero de carbono, mejora la calidad de los suelos, devolviendo nutrientes al cultivo siguiente, aumentado la fertilidad y favoreciendo por tanto el desarrollo de la estructura o agregados y por tanto la infiltración de agua. Además, gracias a la capacidad del humus para retener cationes y adsorber elementos pesados y nocivos, la materia orgánica actúa como un filtro de contaminantes, mejorando su calidad.
Mejor control de plagas y enfermedades
El enriquecimiento de la biota del suelo hace que se mejore el equilibrio ecológico de los cultivos.
En tercer y último lugar la AC favorece un mejor control de plagas y enfermedades al incidir en dos aspectos: el incremento de la biodiversidad y la rotación de cultivos. El enriquecimiento de la biota del suelo hace que se mejore el equilibrio ecológico de los cultivos, ejerciendo un mejor reciclado de nutrientes y ayudando a controlar plagas y enfermedades. La rotación de cultivos evita que inóculos de plagas y enfermedades presentes de cultivos anteriores afecten al cultivo actual, rompiendo su ciclo biológico y realizando una desinfección natural del suelo.