Extendiendo biodiversidad en el litoral del Mar Menor

Sostenibilidad
La riqueza biológica del Mar Menor

Asegurando la riqueza biológica del Mar Menor


El Mar Menor es una de las mayores lagunas litorales de Europa y la más grande de la península ibérica. Posee singulares valores ambientales que la han hecho merecedora de diversas figuras de protección: Paisaje Protegido, LIC (Lugares de Interés Comunitario) y ZEPA (Zonas de Especial Conservación) dentro de la Red Natura 2000, humedal de importancia internacional según el Convenio Ramsar y ZEPIM (Zona Especialmente Protegida de Importancia para el Mar Mediterráneo) en aplicación del Convenio de Barcelona.

Sin embargo, esta variedad de figuras de protección no ha evitado el gran deterioro de la calidad de sus aguas. Aunque desde hace mucho tiempo se venía advirtiendo de las amenazas que sufría este importante ecosistema, su propia capacidad de autodepuración hacía creer que no era necesario actuar. Hasta que, hace dos años, la laguna llegó a un punto crítico en el que se hizo evidente el deterioro causado por la eutrofización. Un comité de asesoramiento científico apuntó a la contaminación por nitratos procedentes de la agricultura como causa principal de la degradación, junto con la llegada de metales pesados y otras partículas procedente del agua de escorrentía.
 

Biodiversidad


Lo que dice la ley

Para frenar este deterioro se publicó el Decreto-Ley nº 1/2017, de 4 de abril, que incluía una serie de medidas urgentes que garantizaran la sostenibilidad ambiental en el entorno del Mar Menor. Precisamente en ese entorno, la cuenca hidrográfica del Campo de Cartagena que vierte al Mar Menor, se encuentra un gran número de explotaciones agrícolas cuya actividad tiene una gran importancia económica y social.

Además de prohibir los vertidos directos a la laguna de aguas cargadas de nitratos y sales, esta norma dividió dicho territorio en tres zonas en función del alcance de las medidas de sostenibilidad ambiental que habrían de llevar a cabo los responsables de las explotaciones agrarias. Por ejemplo, en la zona 3, la más alejada del Mar Menor, los agricultores deberán cumplir el Código de Buenas Prácticas Agrícolas específico para la Comunidad Autónoma de Murcia y a recoger el agua de los invernaderos. En la zona 2 es obligatorio aplicar el Programa de actuación sobre las zonas vulnerables a la contaminación por nitratos de origen agrario. Y en la zona 1, entre otras cosas, se limitan las actividades agrícolas en los terrenos más próximos a la costa (sobre todo, la aplicación de fertilizantes) y se obliga a los agricultores a implantar estructuras vegetales de conservación.
 

¿Por qué las estructuras vegetales de conservación?

Estas "estructuras vegetales de conservación" son simplemente grupos de distintas especies vegetales dispuestos de manera transversal a la pendiente, formando una barrera, y que normalmente se implantan en las zonas más marginales o improductivas de la explotación. El objetivo principal de estas barreras vegetales es retener y cubrir el suelo, de manera que en caso de lluvias intensas, contribuyan a regular el caudal del agua y retengan una parte importante de partículas y nutrientes para que no lleguen al Mar Menor.

Para la formación de estas estructuras se ha de recurrir a una serie de especies enumeradas en un anexo del Decreto-Ley. En él se incluyen especies autóctonas de interés para la conservación del suelo y otras que favorecen a insectos útiles, de manera que el agricultor tendrá que escogerlas del listado cuidando que ambas estén representadas equitativamente. Una vez estas barreras adquieran cierto desarrollo, además de cumplir con su objetivo principal, supondrán un refugio de biodiversidad terrestre para numerosas especies de fauna útil que actúan como enemigos naturales de numerosas plagas de los cultivos cercanos. Eso por no hablar de la mejora a nivel paisajístico del entorno. ¿Quién da más?
 

Biodiversidad y agricultura, una alianza necesaria

Syngenta encabeza proyectos de extensión de buenas prácticas de biodiversidad en explotaciones propiedad de varias empresas productoras del Campo de Cartagena y la ribera del Mar Menor. El objetivo de los mismos es sembrar áreas de biodiversidad con mezclas de plantas herbáceas y aromáticas que actúen como barrera de posibles escorrentías a la laguna y, a la vez, multipliquen el hábitat y el alimento para especies polinizadoras.

Instituciones científicas como el Instituto Murciano de Investigación y Desarrollo Agrario y Alimentario (Imida) y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) son colaboradores pioneros en el desarrollo del proyecto ‘Operación Polinizador’ que actualmente se está implementando en las principales empresas con explotaciones hortofrutícolas de la zona.